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La renovación del CGPJ, la Justicia Social y el punto de vista de cada cual

Erasmo Quintana *

pintor, escritor, exmilitante del PSOE y de UGT

Después de más de cinco años caducado y secuestrado el CGPJ, es decir,  su mandato, la más alta magistratura de la Justicia en nuestro país, por fin, sin la menor muestra de culpabilidad, el tapón que mantenía el Partido Popular para dar lugar a su constitucional renovación llegó a su término y se pudo cumplir, el día 25 de junio del actual, con lo dispuesto por ley: el respeto a la legalidad de tan importante organismo en un sistema democrático como el nuestro. Una de las tres patas que sostiene la soberanía del Estado, según Montesquieu, convirtiendo en legales los veinte vocales del Consejo.

Se oye con frecuencia lo de la total independencia del poder Judicial y la imposibilidad de que se le puedan cuestionar sus actuaciones, es decir, que los jueces vocales que componen dicho organismo son intocables, y nunca es posible la interpretación libre de nadie. A esto nos preguntamos lo siguiente: Si los españoles elegimos votando en las urnas al poder Legislativo (diputados en el Parlamento aprobando leyes), al poder Ejecutivo (el Gobierno aplicando esas mismas leyes), ¿qué de malo tiene que también elijamos democráticamente en las urnas al poder Judicial? ¿Es que éste es un poder del Estado, diferente, por encima del bien y del mal? Si nuestra Constitución consagra que “la soberanía nacional reside en el pueblo español”, se colige que nada ni nadie está por encima del pueblo, por lo que la situación que nos ocupa resulta simplemente una grandísima anomalía. El poder Judicial no va por libre, está sujeto a la Constitución como lo están los otros dos poderes. Por tanto, el soberano pueblo debe también votar a los jueces.

Una vez que se está, por fin, en la renovación, ¿por qué escuchamos que el PP quiere que sean los propios jueces quienes se nombren a si mismos, en los distintos organismos que tienen que ver con la Justicia? Otro detalle: el poder Legislativo y el Ejecutivo están sometidos a la aprobación o el rechazo del pueblo. ¿Por qué el Poder Judicial no se somete también al escrutinio de ese “pueblo soberano”? ¿A quién rinde cuentas? Opinan alto y claro que la nuestra es una democracia plena. De verdad, quienes esto dicen ¿lo afirman en serio?

Con este feliz acuerdo que ha tenido lugar, y que ha puesto fin a una anómala, prepotente y ridícula postura del principal partido de la oposición todos hemos ganado, aunque también veamos cómo esos culpables del sinsentido, secuestrando durante cinco años y medio el alto poder legislativo, que encima ha supuesto un gasto millonario innecesario junto a situaciones extrañas y desconocidas en el ámbito de la Justicia nacional, quiera cargar las tintas en el sitio contrario, pues ya se le ha oído a más de un militante del PP con alto cargo público, echar la culpa de la afrenta al Gobierno de coalición. El fenómeno que se viene dando no es otro que el de desestabilizar a la actual coalición que viene gobernando en nuestra singular nación, donde la oposición manda más que el mismo Gobierno. Con la Iglesia, más de lo mismo, pero aquellos de la Conferencia Episcopal, extrañamente no intervienen en política como antes si lo hacían. 

La por tantos motivos sagrada Justicia Social también se ve en estos tiempos manoseada por los que poco reconocen su utilidad e incuestionable necesidad. Sobre ella se ha expresado en términos despreciativos el bufón Javier Milei, ese que está haciendo pagar el brutal ajuste en la economía de la infortunada nación hermana, Argentina, a las clases más desfavorecidas. Como siempre ocurre. Las grandes crisis que desajustan el poder adquisitivo es el pueblo llano, la víctima, es quien paga los platos rotos, y de esto sabemos bastante los españoles. Los poderosos no se enteran; es más, hay quienes esa misma crisis económica acrecienta sus fortunas. Cuando un país cae en un pozo económico, siempre hay quienes se ponen las botas. Ello es sin duda el principio de los políticos de la ultraderecha. Lo tienen claro, de ahí la expresión despreciativa y de odio que Milei le endosa al término Justicia Social.  

Como personaje arquetípico de la metamorfosis en los políticos, ahí tenemos, entre otros, a Felipe González, que elogia a Meloni y, de paso, le hace un guiño cómplice a Abascal. Algo que no se le puede perdonar a este declarado farsante es que nos tuviera miserablemente engañados durante tanto tiempo. Por lo que viene mostrando, nunca su ideología fue de izquierdas, y me arrepiento, pues, de haberlo defendido más de una vez, cuando algunos, sin la venda en los ojos, ya me lo advertían.

Felipe "Isidoro". Un gran impostor fue siempre. Hoy, con la gran fortuna que ha amasado y atesora, puertas giratorias de por medio, con mayor razón ya es de extremaderecha. Yo, que quiero terminar mis reflexiones y vivencias en clave positiva, me agarro a una máxima de la sabiduría milenaria japonesa, representada por Saigō Takamori: “No me preocupa el frío del invierno, lo que me llena de temor es el frío del corazón humano”.

* Gracias a Erasmo Quintana