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domingo, 08 de septiembre de 2024 00:00h.

De cómo la delincuencia también enriquece nuestra lengua - por Nicolás Guerra Aguiar

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 RAE


 

De cómo la delincuencia también enriquece nuestra lengua

 

Nicolás Guerra Aguiar

 

Algunas lenguas se van conformando y ampliando a medida que sus usuarios sienten la necesidad de una comunicación más fluida, precisa y adaptada al desarrollo (cultural, científico, tecnológico…) de la sociedad en la cual viven. Exactamente lo contrario les sucede a otras. Estas tienden a desaparecer cuando su propia limitación o anquilosamiento resultan inservibles para cumplir su función primera: la clara y exacta conexión oral o escrita con los demás.  

etrusco

  Así, como ejemplo para el primer caso, si necesitamos un asiento sin apoyabrazos ni respaldo nuestra lengua dispone de una palabra (“taburete”), no necesita una secuencia (lo impone la racional  economía lingüística). Pero si buscamos lo opuesto (con brazos, respaldo y para varios individuos), también una sola voz es suficiente: sofá. Ambas, en este caso, forman parte del que podríamos llamar “campo semántico de muebles para sentarse”, al cual añado  silla, sillón, butaca, trono, trona -para niños-, banqueta, banquillo… 

TABURETE SOFÁ
CAGANER FELIPE II
CAGANER 

  Y como se trata de un amplio listado incluyo dos grupos más, ambos relacionados con asientos tanto o más placenteros, relajantemente celestiales. Uno, relacionado con el proletariado (retrete, cagadero, cagatorio), quizás palabras malsonantes por los estruendosos truenos del retreteante o cagador ( el caganer catalán). Al otro pertenecen voces más elegantes (excusado, servicio, water -a lo inglés- o váter, más cercana a la socialdemocracia). No obstante, decenios y experiencias me han demostrado que entre roncos ruidos sonoros de pedos (con perdón) y las olfativas esencias de pastuños - bufos (canarismos) hay cierta similitud en nuestra condición humana, pues reyes e villanos comparten parecidas necesidades.

  

 

RETRETE CLÁSICO
RETRETE CLÁSICO

 

Los campos semánticos, pues, definen. Así, por ejemplo, también en el mundo de la delincuencia. Y aunque se hable, se diga, se suponga o se den por ciertos determinados comportamientos, en todo Estado de derecho ha de primar un principio básico, esencial: cualquier detenido o acusado es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad (al menos desde el punto de vista teórico).

sí, estimado lector, lo recogen y defienden la Constitución Española ("Todos tienen derecho a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia"), la Declaración Universal de los Derechos Humanos ("Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad...") y la Constitución Europea ("Todo encausado se presume inocente mientras su culpabilidad no haya sido declarada legalmente").

MORGAN
CEMCEPTO MESETARIO DE LA PRESUCNIÓN DE INOCENCIA, POR MORGAN

Sentada esta máxima que define culturas civilizadas y respetuosas con la dignidad y los inviolables derechos del hombre, sí podemos entrar en comentarios sobre supuestas o sospechosas actuaciones delictivas realizadas por concretas personas de la vida pública, comportamientos más impactantes por cuanto significan y destacan al tratarse de políticos (o ex) que se presentaron a las elecciones con otros planteamientos, en absoluto relacionados con hipotéticos desajustes vinculados a la delincuencia.

NODICIA DE KESOS
NODICIA DE KESOS

    Un histórico análisis de la situación nos lleva, entonces, a las primeras palabras escritas en inicial lengua protorromance (variedad tardía del latín) por tierras leonesas (“Nodicia de Kesos”, siglo X). Posteriormente aparecen por la geografía riojana y burgalesa las Glosas Emilianenses (monasterios de Yuso y Suso, San Millán de la Cogolla) y las Silenses (encontradas en el monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos). Quizás las glosas sean las primeras palabras escritas en castellano por frailes, monjes y demás religiosos. Pero estos -discúlpeme la insistencia, estimado lector- se limitaron a dar fe notarial de las mismas en la lengua hablada (“Quiero fer una prosa en román paladino, / en qual suele el pueblo fablar a su veçino”, escribió Gonzalo de Berceo allá por el siglo XIII).

GONZALO DE BERCEO
GONZALO DE BERCEO

No tratan las glosas, en realidad, de cuestiones relacionadas con la política ("Con la ayuda del nuestro Señor Don Cristo Don Salvador... Amén".), ni tan siquiera con las debilidades humanas tan prodigadas hoy en determinados sectores de nuestra tierra canaria. Pero como el latín del que derivan las lenguas románicas o romances aportó al actual castellano casi el sesenta por ciento de su vocabulario -incluido, por supuesto, el relacionado con la cosa judicial-, sospecho que en lo referente a conceptos de las leyes la influencia ha sido muy importante. (Recuerdo, como argumento, que en mi época universitaria una de las asignaturas obligatorias en el primer curso de Ciencias Jurídicas era Derecho Romano, impartida por el doctor Miquel, un sabio.)  

JOAN MIQUEL
JOAN MIQUEL

Pero bien es cierto: la lengua castellana goza hoy de una riqueza léxica (forzada por la picaresca política) cuando  se refiere a supuestos delitos relacionados con flaquezas humanas. Así, decimos que alguien ha sido sobornado si recibió dinero o regalos para que otro consiga de él algo no siempre legal. Pero si el soborno se realiza con un ejerciente público la lengua tiene otro término, cohecho. Y en caso de necesidad para evitar repeticiones podría ser sustituido por corrupción, palabra que comparte raíz con corruptela (tan repetida por el “Viejo Profesor” Tierno Galván), es decir, mala costumbre o abusos, especialmente los introducidos contra la ley.

TIERNO GALVÁN
TIERNO GALVÁN

Si lo que se pretende es la directa sugerencia de que las cosas no se están haciendo como Dios manda y se sospecha una marcadísima irregularidad en los funcionamientos, podemos elegir entre hedor, descomposición, mal olor, e incluso putrefacción.  Añado la construcción canaria “Esto jiede del carajoparriba” pues el pueblo, en su sabiduría, es más creador de locuciones, tal vez menos elegantes pero más directas: “Tapar la boca; untar el carro; comprar voluntades...”. Podríamos añadir otras: “Maquinación para alterar los precios; tráfico de influencias; falsificación de documentos públicos...” y, de esta manera, tendríamos un aproximado catálogo de comportamientos humanos nada recomendables (pueden conducir, inexorablemente, a despachos judiciales o a centros de retenciones provisionales -las antiguas cárceles-, llamadas también prisiones. O, en la jerga de rufianes y ladrones de los siglos XVI-XVII, “chironas, trenas, talegos”).

EL TALEGO
EL TALEGO

 Todas las palabras aquí apuntadas, en fin, pueden aparecer como sinónimas en sus respectivos campos. Mas no perdamos de vista algo importante: no siempre hay coincidencias absolutas. Sin embargo, para una primera aproximación lingüística podemos dejar de lado las matizaciones y aceptarlas como idénticas, pues en este momento lo  importante es destacar la extraordinaria variedad del castellano en lo referente al campo de los imprudentes desvíos del “Poderoso caballero [es] Don Dinero”, tal lo definió el poeta del siglo XVII.

QUEVEDO
QUEVEDO

Y como Pérez Galdós “sabía la tira” sobre la sociedad española permítame, apreciado lector, terminar con una cita suya. Víctor, personaje novelesco de Miau, dice: “¿No hemos de ponernos a cubierto de la ingratitud del Estado agradeciéndonos a nosotros mismos nuestros leales servicios? La recompensa es el principio de la moralidad [...] Yo doy al Estado con una mano seis millones y alargo la otra para que me suelten mi comisión. Pero Estado, ¿qué querías? ¿Mamarte los millones y después dejarme? [...] Pero te juro que, por listo que tú seas, más lo soy yo. Vamos de pillo a pillo. Y tú, contribuyente, ¿por qué me pones ese hocico? ¿No ves que te defiendo? Pero para que tú respires es preciso que respire yo también”.

   (Por más que lo parezca, Galdós no se refiere a su tierra. Pero, sin duda, aquí pudo haberse inspirado.)

 

 

PÉREZ GALDÓS
PÉREZ GALDÓS

 

* Gracias a NICOLÁS GUERRA AGUIAR
* Gracias a NICOLÁS GUERRA AGUIAR
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