Ésos son los tipos de titulares que podemos esperar de un periódico propiedad y controlado por una de las personas más ricas del mundo. En 2013, el propietario de Amazon, Jeff Bezos (cuyo patrimonio neto supera con creces los 200.000 millones de dólares, según la  lista de multimillonarios en tiempo real de Forbes ) compró el Washington Post y lo convirtió en un vehículo para promover sus propios intereses.

En una  entrevista  con la Columbia Journalism Review, la dirección reconoció que los periodistas del Post se ven obligados a producir casi cuatro veces más artículos que sus colegas del New York Times. Además, el Post escribe y reescribe el mismo artículo pero desde ángulos ligeramente diferentes y con titulares diferentes para generar más clics y, por lo tanto, más ingresos. Gracias a las nuevas tecnologías, se controla cada pulsación de teclado de los periodistas y estos reciben una presión constante de la dirección para que no se queden atrás.

Pero Bezos no está solo. Rupert Murdoch, por ejemplo, ha creado un imperio mediático que abarca todo el mundo, que incluye a The Wall Street Journal y Fox News en Estados Unidos, The Sun y el Times de Londres en el Reino Unido, y docenas de publicaciones en su natal Australia.

Este poder le permite marcar la agenda política en gran parte del mundo. El ex primer ministro británico Tony Blair afirmó que Murdoch era un “miembro no oficial” de su gabinete y uno de los cuatro hombres más poderosos del Reino Unido. El presidente Joe Biden, por su parte,  lo describió  como el individuo “más peligroso” del mundo.

En cierto sentido, Biden tiene razón. Murdoch ha utilizado su imperio mediático para impulsar su agenda profundamente conservadora, que incluye la difusión de teorías conspirativas racistas y xenófobas, así como el apoyo implacable a Israel y su ataque a Gaza. Siguiendo sus instrucciones, los 175 periódicos que publica respaldaron la invasión ilegal de Irak.

Michael Bloomberg, por su parte,  se presentó  a las elecciones presidenciales y siguió siendo dueño de su propia red de medios, que empleaba a 2.700 personas. En ese momento, era el noveno individuo más rico del mundo.

Se nos dice que unos medios de comunicación libres son la piedra angular de la democracia, pero ¿libertad respecto de qué? Es cierto que existe la interferencia gubernamental en los medios, pero las élites plutocráticas también ejercen una enorme presión sobre ellos, especialmente sobre los medios propiedad de grandes corporaciones.