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Un ejemplo palmario de lo que no debe hacerse con los dineros públicos

Erasmo Quintana *

En un sistema limpiamente democrático hay comportamientos que chirrían al más elemental entendimiento razonable. También se habrá de tener en cuenta que dado el curioso cambio de un régimen dictatorial que duró cuarenta años en un sistema democrático, como quien le da la vuelta al calcetín, algo de lo anterior por fuerza quedará. Esa Transición -que quedó a medias, pues el franquismo continuó pisando moqueta en los despachos de los altos organismos gubernamentales, en el Ejército y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; en la Guardia Civil y en la Iglesia Católica, en el funcionariado, es decir, en todos los estamentos que tienen que ver con la oficialidad corporativa nacional-, a fuerza de permanecer, es fenómeno que a día de hoy seguimos padeciendo.

Todo ello se ve fortalecido por la legionaria cantidad de medios (escritos televisivos y radiofónicos) que continuamente barnizan un estado de opinión favorable al sistema establecido desde siempre, en el que se pondera la bondad hipócrita de las altas instituciones, cuando lo que realmente hacen es mantener y engrandecer los privilegios en el que nadan como pez en el agua a costa de la casta más desfavorecida -la que siempre paga los platos rotos del mencionado sistema-. Dicho fenómeno consigue que el que soporta sobre sus castigados hombros lo injusto del panorama que vemos (para el que lo quiera ver, que esa es otra), trate de evadirse de lo sombría que es su vida con el fútbol o las carreras de bicicletas y coches, si acaso también ahora con las series televisivas turcas.

En este irracional panorama, después de transcurridos cuarenta y nueve años de la muerte del dictador, algo han tenido que ver los gobiernos franquistas de Alianza Popular, Partido Popular y socialista del PSOE, pues a Manuel Fraga, José María Aznar y Mariano Rajoy se unen Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Todos (unos más que otros) han tenido miedo a erradicar por completo todo aquello que represente y justifique cuarenta años de dictadura franquista.

Tímidamente el PSOE ha creado la Ley de Memoria Histórica, la cual se han saltado los partidos de la derecha y extremaderecha cuándo y donde les ha dado la gana. Sin ir más lejos, ahí tenemos los descarados monumentos a la memoria y mayor gloria del levantamiento militar contra el pueblo español de 1936, que, desafiantes, todavía están en una de las principales avenidas y en una céntrica plaza de Santa Cruz de Tenerife. Vienen partidos de implantación nacional y otros de origen local para gobernar la Comunidad Autónoma de Canarias, y ninguno ha hecho ni hace nada por eliminar estos monumentos de la vergüenza colectiva. Esta es una demostración más de que Franco murió en la cama hace ya casi medio siglo, pero su espíritu continúa activo, vivo y coleando en nuestro país no se sabe por cuanto tiempo más.  

No solo es el monumento a Franco, la historia tras el monolito a Los Caídos que también resiste en la capital tinerfeña Jennifer Jiménez en CANARIAS AHORA

Ello hay que aceptarlo como algo que el pueblo consiente como de lo más  natural con su escandalosa displicencia. No tiene en cuenta que fue un régimen que sufrieron sus abuelos y padres, época en la que morían como moscas en los Sanatorios (hospitales del pulmón), por la hambruna que se padecía. Sabido es que cuando no se está bien alimentado son los pulmones los primeros en detectarlo, apareciendo la tuberculosis.

Nada digamos de los que fueron reclutados a la fuerza para ir al frente de batalla peninsular, donde son incontables los que ofrendaron su vida en la flor de su juventud. Y por si fuera poco, las “sacas” nocturnas de paisanos,  terminando sus cuerpos en las cunetas de las carreteras. Todas las guerras son horrorosas y exponentes del fracaso de la Humanidad, pero la que se produce entre hermanos, como la nuestra, no es posible hallarle un parangón y el grado pasmoso de inhumanidad salvaje. La España que gusta a las derechas (Feijóo y Abascal) es la que está gobernada por ellas y la que secuestra al CGPJ, como lindamente lo hace ahora.

En un sistema democrático que tiene la Libertad por bandera, todos los gobiernos hasta mismo el de ahora, vienen usando dinero público, ese que pagamos todos los ciudadanos mediante los impuestos, para subvencionar a organizaciones de extremaderecha, como la Fundación Francisco Franco, entre otras. Un gigantesco despropósito y una vergüenza de incalculable gravedad, que se use recursos públicos -en democracia- para sostener la criminal ideología nazi y fascista durante casi medio siglo después de desaparecer, por defunción, el militar dictador Franco.  

A los hechos me remito, pues ya conocemos el estilo que tienen las derechas cuando gobiernan. No me invento nada. Dicen ser amantes de la libertad y el bienestar de las personas, que si ganan no subirán los impuestos, pero nada más alcanzar el mando, subirlos es lo primero que hacen. Además, congelar las jubilaciones, y de mejorarlas, no llegan a un punto su tanto por ciento. Las derechas políticas son nuestra mayor dolencia; ahí tenemos a Núñez Feijóo (PP) tratando de salvarse él de la quema, ha escogido un camino muy peligroso: la insubordinación democrática, con grandes concentraciones de sus seguidores en las calles, tratando de doblegar por la fuerza la voluntad de las mayorías y alimentando el odio con las más bajas pasiones en una parte importante de la sociedad. Por ahí, tenga cuidado, porque tiene usted una parte muy sustanciosa de responsabilidad; puede usted remover a la fiera o despertar al Leviatán, tema muy delicado y en extremo peligroso que se le puede ir de las manos.

En otra onda está el pueblo judío, verdugo, genocida y terrorista, al que blanquean consintiendo que con una mano destruya criminalmente a un pueblo inocente y desarmado, el palestino, y con la otra celebre un acto lúdico, lleno de alegría. ¿Qué clase de Humanidad es ésta, que compartimos?...

* Gracia a Erasmo Quintana