La filosofía independentista ¿es la solución a los problemas de la modernidad? 

Erasmo Quintana *

Los independentistas catalanes vienen pidiendo desde hace tiempo la celebración de un Referéndum en la creencia de que lo ganarían, que es algo que Cataluña está pidiendo a gritos. Pues bien, con estos recientes comicios les ha quedado bastante claro lo que quiere el pueblo catalán: el bloque por la independencia quedó en franca minoría, es lo que ha resultado según el veredicto de las urnas: 54% los no separatistas. Ello se incardina en un mayor sentido común, pues los devaneos independentistas de Cataluña, tan rica, han venido debilitando su economía. 

El insigne científico y prohombre navarro-zaragozano, Santiago Ramón y Cajal, en mayo de 1934 dijo que le entristecía y deprimía su ánimo considerar la ingratitud de los vascos, cuya gran mayoría desea separarse de la patria común. “Hasta en la  noble Navarra -añadía- existe un partido separatista o nacionalista, robusto y bien organizado justo con el nacionalista que enarbola la vieja bandera de “Dios, Patria y Rey”. En realidad Euzkadi y Navarra constituyen de hecho feudos Vaticanistas, y son perdurable amenaza de guerra civil”. En otro momento, insistió en que “No es que me asusten los cambios de régimen por radicales que sean, pero me es imposible transigir con sentimientos que desembocarán andando el tiempo, en la desintegración de la patria”. (…) “En momentos en que todas las naciones se recogen en sí mismas unificando vigorosamente sus regiones y creando poderes personales omnipotentes, me parece simplemente suicida”. 

En otro orden de cosas, en Canarias hubo un tiempo en que no había plátanos ni tomates; en su lugar estaba la cochinilla, que decayó nada más aparecer en el mercado el producto químico llamado anilina. En los primeros años del s. XX y, sobre todo, en los momentos de la Primera Guerra Mundial, la miseria hizo -mejor, obligó- a muchos paisanos asar pencas de tuneras para matar el hambre, así como comer raíces de los helechos, que una vez secas, eran molidas como el gofio. Los agricultores canarios, que como tales, eran más que pobres, se cobijaban en las cuevas  de los barrancos, siendo lo suyo severa miseria, llena de privaciones. Ésta era la marca que caracterizaba a la Región Canaria. Ah, y cada isla con su cruz, pues el individualismo localista, la llamada “insularidad” insolidaria era lo que preponderaba y que tanto daño ha hecho y hace a Canarias. 

Lo nuestro es “primero, mi ciudad, mi Isla”, luego todo lo demás, que “no me concierne”. El verbo “solidaridad” no se conjuga en la Región Canaria. Somos un pueblo tremendamente egoísta; siete Islas aisladas (ahora al parecer ocho) para lo bueno y para lo malo. Hay un gobierno con aspiración de ser Regional, pero en la práctica, desmembrado en cuantas partes forman el Archipiélago. Cada Isla tira para sí todo lo que puede, dando como resultado que haya una absoluta indiferencia en los problemas de las demás. “Lo mío es mi Isla y lo que en realidad más me importa. Los  problemas de las otras islas, allá ellas”. En celebraciones electorales, el sistema es claro que ayuda a que nada cambie, pues en vez de haber una sola circunscripción electoral que abarque a todo el Archipiélago, tenemos  siete cabezas de lista (representantes), uno independiente por cada isla. ¿Qué se consigue con ésto?, que cada isla elige a “su” valedor político, de resultas que habrán siete caudillitos empoderados que se dejarán la piel defendiendo a “su Isla” frente a las demás.

Tenemos un sentimiento profundamente penetrado de isleños, no de Región canaria compuesta de ocho islas. Nuestra Isla nos mantiene aislados, indiferentes a las cuitas de las restantes. El ideal sería que nos preocupáramos y doliera cada una del resto con la misma intensidad que la nuestra.

En Gran Canaria, por ejemplo, hay una Plataforma Ciudadana Reivindicativa para que el Casco Histórico de Vegueta-Triana sea reconocido de Interés Mundial Cultural por la UNESCO. Esta aspiración no es solo de la Plataforma Ciudadana, lo es también de todos los organismos colegiados públicos y privados existentes, de las asociaciones culturales a todos los niveles, colegios profesionales y asociaciones de vecinos; aprobado por la aplastante mayoría absoluta de los plenos del Ayuntamiento de Las Palmas de G.C, así como del pleno del Cabildo Insular y el del Parlamento Regional, es decir, de la totalidad de ciudadanos canarios que en esos organismos están perfectamente representados.

Con inexplicable sorpresa, los miembros de la Corporación capitalina, con la alcaldesa Carolina Darias (PSOE) a la cabeza, rechaza que tan bella e importante aspiración se logre para la capital y prospere, desentendiéndose por contra, de hacer suyo el proyecto, ya elaborado por el historiador Alfredo Herrera Piqué, y con su necesaria intervención, hacer realidad un maravilloso sueño para la capital, la Isla y Canarias.

En Tenerife fue diferente; allí sin distinción se pusieron a lo mismo: todos a una, como en Fuenteovejuna, y así lograron el reconocimiento por la UNESCO de San Cristóbal de La Laguna, Ciudad Patrimonio de la Humanidad, cosa que consiguieron en 1999. Aquí, tropezamos con el problema que vengo comentando.

Nuestro coordinador, Antonio Aguado, habló con el alcalde de La Laguna, el socialista Luis Yeray Gutiérrez, actual presidente del Grupo de Ciudades Patrimonio de la Humanidad de España, pidiéndole que hiciera, dada su posición privilegiada, gestiones para que nuestro proyecto caminara, olvidándonos así de los responsables del Ayuntamiento de Las Palmas. El alcalde, Luis Yeray, aceptó el reto, prometiéndole que ya lo hablaría, pero pasadas una fechas, ante el requerimiento de nuestro coordinador, su respuesta fue que nada podía hacer porque los compañeros de Corporación lagunera, pertenecientes a Coalición Canaria, no lo consentirían. ¿Qué les parece? ¿Tiene la cicatería insularista (Pleito Insular) que estar tan presente entre los paisanos de unas islas y otras? ¿De verdad nos sentimos canarios unidos en lo bueno y en lo malo? ¿Que los problemas de Gran Canaria, Tenerife, La Palma, La Gomera, El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote, son “mis” problemas? A la vista está rotundamente claro que no.

* Gracias a Erasmo Quintana