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jueves, 19 de septiembre de 2024 10:11h.

La agitación electoral y los problemas con Volkswagen muestran el precio ruinoso que Alemania debe pagar por ser el perro faldero del Tío Sam  - Finian Cunningham

 

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Federico Aguilera Klink señala este artículo

La agitación electoral y los problemas con Volkswagen muestran el precio ruinoso que Alemania debe pagar por ser el perro faldero del Tío Sam 

Finian Cunningham

STRATEGIC CULTURE

Alemania recibió un doble golpe esta semana como prueba del precio ruinoso que su pueblo está pagando por el papel de su gobierno irresponsable como perro faldero de Estados Unidos.

Los cierres de fábrica de Volkswagen podrían afectar a 15.000 empleos mientras la plantilla toma las calles en Bruselas Javier Fernández EL ECONOMISTA

En primer lugar, se produjo la bomba política de la derrota electoral de los partidos de la coalición del canciller Olaf Scholz. Luego se conoció la impactante noticia económica de que Volkswagen, el fabricante de automóviles insignia del país, planea cerrar fábricas como resultado de los paralizantes costos de producción.

Las repercusiones están sacudiendo los cimientos políticos y económicos no sólo de Alemania sino de toda la Unión Europea.

Ambos golpes a Alemania tienen su origen en la misma causa: el servil seguimiento por parte del gobierno de Scholz de la política exterior estadounidense (para ser justos, el síndrome del lacayo es anterior a Scholz y se manifestó también bajo su predecesora, Angela Merkel. Y, para ser justos, nuevamente, no es una condición sólo alemana. Toda Europa es un perro faldero del Tío Sam, y está pagando un precio doloroso por ese dudoso papel).

En las elecciones regionales de Turingia, la Alternativa para Alemania (AfD) obtuvo el primer puesto, lo que se consideró una vergonzosa derrota para el Partido Socialdemócrata de Scholz y sus socios de coalición. En las elecciones del vecino estado de Sajonia, la AfD obtuvo grandes avances, aunque quedó en segundo lugar, detrás de la Unión Demócrata Cristiana.

El triunfo electoral del AfD, al que siempre se califica de “extrema derecha” y se compara con el histórico partido nazi, ha provocado mucha histeria. Sin embargo, el hecho de que el nuevo partido de izquierda BSW también haya obtenido impresionantes resultados en las elecciones ha atenuado esa histeria.

Una lectura más precisa de los resultados sería que el pueblo alemán ha utilizado las elecciones para expresar una profunda desilusión y enojo hacia los partidos establecidos por una serie de cuestiones, incluidas las dificultades económicas, la inmigración descontrolada y un fuerte sentimiento contra la guerra.

La AfD y el BSW han basado sus llamamientos electorales en el fin de la enorme ayuda militar alemana a Ucrania (más de 23.000 millones de euros, la segunda más importante después de la de Estados Unidos), el fin de las hostiles sanciones económicas contra Rusia y el restablecimiento de relaciones normales y amistosas entre ambos países.

Ambas partes también han criticado el acuerdo de Berlín de reinstalar misiles balísticos estadounidenses en suelo alemán –un regreso a los días de la Guerra Fría– que apuntan a Rusia y que convertirían a Alemania en blanco de cualquier ataque de represalia ruso. Teniendo en cuenta la forma en que la OTAN está aumentando las tensiones en Ucrania y la invasión de la región rusa de Kursk, esos temores alemanes no son descabellados.

Parece obvio que la revuelta política en las recientes elecciones alemanas fue una protesta estridente contra la conformidad de Berlín con la política antirrusa de Washington.

Irónicamente, los medios alemanes mencionan este factor en el ascenso de los partidos alternativos, pero sus informes afirman que las quejas son simplemente alimentadas por la "propaganda rusa". Se habla de la clase política en estado de negación. La gente vota en contra de las políticas del establishment y luego la protesta es desestimada como manipulación del Kremlin. Tal condescendencia solo refuerza la revuelta.

Entonces, podríamos preguntarnos: ¿es sólo propaganda rusa que la economía alemana está en crisis?

La alemana Volkswagen anunció esta semana que se está viendo obligada a considerar medidas drásticas de ahorro de costes. Se prevén despidos masivos de sus 300.000 trabajadores alemanes (casi la mitad de su plantilla mundial). No sólo eso, sino que el gigante automovilístico dijo que está estudiando el cierre de algunas de sus fábricas para controlar los agobiantes costes de producción. Esta sería la primera vez que la empresa se plantea el cierre de plantas en Alemania en sus 87 años de historia.

El director ejecutivo Oliver Blume dijo a los medios que la reducción de personal de emergencia se debía a "costos, costos, costos". Afirmó que el fabricante de automóviles, uno de los más grandes y emblemáticos del mundo, ya no era competitivo en cuanto a los precios de sus vehículos.

Es difícil exagerar su importancia. Históricamente, la economía alemana –la mayor de Europa– ha estado impulsada por las exportaciones de automóviles al resto del mundo, y en particular las del grupo Volkswagen y sus diez marcas.

Una parte vital del éxito económico alemán durante décadas se debió al suministro de energía relativamente barata y abundante (gas y petróleo) desde Rusia, el mayor proveedor mundial de combustibles de hidrocarburos.

Los directivos de Volkswagen habían advertido hace dos años que el aumento de los costes energéticos amenazaba la viabilidad de su industria y, por ende, la viabilidad de toda la economía alemana.

Esa advertencia, en noviembre de 2022, se produjo apenas unas semanas después de que Estados Unidos hiciera estallar de forma encubierta los gasoductos Nord Stream bajo el mar Báltico, cortando así el suministro energético ruso a Alemania y la Unión Europea. El resultado, combinado con las sanciones de la UE contra otras rutas de suministro energético ruso, es una recesión económica europea. La élite política alemana y europea ha seguido perversamente la agenda estadounidense de hostilidad hacia Rusia (utilizando a Ucrania como intermediario), todo para que los estadounidenses aumenten sus exportaciones energéticas más caras en lugar de las de Rusia, así como para impulsar el complejo militar-industrial estadounidense con ventas de armas sin precedentes.

Berlín se ha negado a llevar a cabo una investigación penal adecuada sobre el sabotaje a sus gasoductos Nord Stream por la sencilla razón de que eso desenmascararía a los autores estadounidenses y, de esa manera, pondría de manifiesto la complicidad servil de Berlín. Ha rechazado las ofertas de cooperación rusas, a pesar de que Rusia y Alemania eran socios conjuntos en el ambicioso proyecto de gasoducto que recorría más de 1.222 kilómetros bajo el mar Báltico y cuya construcción llevó una década y costó 11.000 millones de euros. Si hubiera funcionado, las economías y los hogares europeos habrían tenido garantizada una energía abundante y asequible, no salvajes aumentos de las facturas.

No podría ser más trágico y ridículo. Los llamados aliados europeos de Estados Unidos han destruido voluntariamente sus propios cimientos económicos mediante una adhesión traicionera a la agenda egoísta de Washington. La ironía es que Estados Unidos se promociona como un “protector” de Europa cuando en realidad no es más que un enorme parásito que vive de la generosidad europea y de la estupidez de los gobiernos europeos que sirven como perros falderos del Tío Sam.

Las innumerables guerras ilegales que Estados Unidos ha librado durante décadas en Oriente Medio, Asia y África (y la última guerra por delegación en Ucrania, la mayor en Europa desde la Segunda Guerra Mundial) han creado una crisis migratoria insoluble en toda Europa, que ha provocado una reacción política furiosa, en la que los partidos del establishment de Alemania, Francia y otros estados de la UE están siendo castigados en las urnas. La crisis política de la UE, con gobiernos inestables debido a la inmigración descontrolada, es un resultado directo de seguir las guerras imperialistas de Estados Unidos.

El establishment de la UE es un perro faldero porque forma parte del mismo orden y mentalidad imperialistas occidentales. Está programado ideológicamente para perseguir –como un lemming– su propia destrucción. La puerta giratoria de las carreras políticas y corporativas, así como el chantaje de la CIA contra los políticos corruptos, son otros factores.

El pueblo alemán, al igual que otros pueblos europeos, está descubriendo a las duras penas en su vida cotidiana lo que significa para su llamada clase política ser vasallos de Estados Unidos.

Volkswagen, la empresa automovilística del pueblo, fue creada por el imperialismo alemán en 1937, bajo el régimen nazi. La fundación de la industria fue un proyecto favorito de Adolf Hitler. El éxito económico inicial de la empresa se debió al uso de mano de obra barata procedente de los campos de concentración creados para la Solución Final, incluida la explotación de mano de obra esclava procedente de los prisioneros de guerra rusos, que a menudo eran obligados a trabajar hasta la muerte. Hoy, VW está perdiendo su poderío porque ya no se beneficia del acceso al gas ruso barato.

Alemania y sus industrias emblemáticas siguen siendo un juguete del imperialismo. Pero esta vez, el imperialismo estadounidense está llevándola a la ruina.

 

* Gracias a Finian Cunningham y STRATEGIC CULTURE y a la colaboración de Federico Aguilera Klink

https://strategic-culture.su/news/2024/09/08/election-upheaval-and-volkswagen-woes-show-germany-ruinous-price-for-being-uncle-sam-lapdog/ 

FINIAN CUNNINGHAM
FINIAN CUNNINGHAM
STRATEGIC CULTURE Aparecido originalmente en STRATEGIC CULTURE . La casa de mi tía republica con autorización
Aparecido originalmente en STRATEGIC CULTURE . La casa de mi tía republica con autorización
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