¿Quién es ese potentado / quién es ese consejero? - por Nicolás Guerra Aguiar
¿Quién es ese potentado / quién es ese consejero? - por Nicolás Guerra Aguiar *
Dicen los agricultores plataneros de La Palma que uno de cada tres plátanos exportados desde Canarias se cultiva en aquella isla. Y preguntan que dónde están las marcadas diferencias euriles entre lo que reciben por kilo y el precio de venta al público: la respuesta es archiconocida por vieja. Hace muchos años que Los Sabandeños cantaron “La polca frutera” o “El intermediario” -acaso de Quique Martín- con dos versos que se repiten: “Eso es de un intermediario / en el negocio frutero”.
Quique Martín
Así, Los plataneros palmeros están casi en pie de guerra… como es tradición en Canarias cuando se trata de injusticia social. Así, los feudalismos dominaron la explotación tomatera desde sesenta años atrás. Impusieron en varias islas tales condiciones de trabajo que los aparceros eran, en realidad, esclavos de la tierra y siervos de los amos. Estos, deshumanizados, los explotaban sin reparo o pudor: el propio Sistema protegía y avalaba desmanes y disfrutes de una mano de obra desposeída de derecho alguno salvo el de la elemental subsistencia y la miseria de los cautivos.
Algo parecido sigue ocurriendo hoy. Tengo un conocido a quien le retiran las papas en el mismo terreno de cultivo. Y a diferencia de aquella recientísima Edad Media grancanaria, sí las pesan antes de llevárselas. Pero no le dicen a qué precio las cobrará: “Eso depende del mercado”. Y el mercado se desequilibra en segundos porque hay muchas; o porque están llegando de fuera a precios bajos; o porque entran clandestinamente; o acaso no dan el tamaño… Y ahí ya les pierde la pista: sabrá de ellas cuando el intermediario le liquide, no siempre con agilidad ni presteza, más bien al golpito. Aquellas papas se almacenan en naves que son –segunda casualidad- del propio mediador. Y de allí pasan al mercado mayorista para, después, ponerse a la venta. Es decir: de la tierra al intermediario; de este, al comprador; y, finalmente, al consumidor. O lo que es lo mismo: el agricultor las cobrará a 45 céntimos aunque las haya visto a dos euros el kilo en el supermercado.
De la misma manera muchos agricultores plataneros de La Palma preguntan que dónde están los 2,45 euros de diferencia entre lo que reciben por un kilo de plátanos (35 céntimos) y el importe (2,80) abonado por un consumidor en la península Ibérica o la península, que no “en Península”: a fin de cuentas, “península” no es el nombre propio de algún espacio físico como La Isleta, por ejemplo; es un accidente geográfico que desde la tierna infancia en la escuela nos lo enseñaban como ‘una porción de tierra rodeada de agua por todas menos por una, que se llama istmo’.
Tampoco reciben explicaciones cuando preguntan que por qué en el mercado canario suele rondar el precio entre 1,20 euros y 1,60. La respuesta –al menos desde los años setenta del siglo anterior- la dan Los Sabandeños en estrofas de cuatro versos: “¿De quién es ese palacio / orgullo del pueblo entero?/ Eso es de un intermediario / en el negocio frutero”. Otra: ¿Quién es el que emprendió viaje / a Madrid y al extranjero? / Ese es un intermediario / en el negocio frutero”. Y al final, la misma voz que pregunta se dirige directamente a quien le da las respuestas anteriores: “¿Y quién sos tú?”, inquiere. Aquel responde: “Yo soy un hombre del campo / agricultor platanero”. Es decir, el guanajo (Cuba, Canarias) o sanaca (Fuerteventura, Gran Canaria) que enriquece al intermediario. (¿Y si los agricultores vendieran directamente al público, sin intermediarios?)
* En La casa de mi tía por gentileza de Nicolás Guerra Aguiar