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sábado, 27 de abril de 2024 20:52h.

Agua para la Paz, que la rama está seca - por Felipe García Landín

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Agua para la Paz, que la rama está seca

Felipe García Landín *

Aunque todavía haya gentes que se resisten a aceptar que el cambio climático es real, que los polos se derriten y los desiertos avanzan, lo cierto es que esto del clima cambiante es como las meigas gallegas, haberlas haylas. La rama, con permiso de Mestisay, está sequita y la escasez de lluvia nos apena el corazón. Se ha instalado una sequía resistente y los vientos alisios se han perdido en los celajes, cada vez más azules y cargados de calima. Esto explica que, a causa del polvo en suspensión, nuestros próceres no vean más allá de los aeropuertos y puertos, que nos dejaron una lluvia constante de casi 14 millones de turistas el pasado año. Pero esta lluvia no riega el campo ni refresca el ambiente por el que circula la mayoría de la población que exhibe los salarios más bajos del Estado, la cesta básica de la compra más cara y una grandísima oferta de viviendas vacacionales. Ahora bien, hay una preocupación generalizada por el futuro del clima, del agua y de las energías renovables más allá de nuestra primera industria de alimentos, bebidas, tabaco y limpieza que tan bien nutre a la población flotante. En serio, el agua y su gestión son materia mayor. No es este un asunto distópico relegado a la ficción como hemos visto en el cine y la literatura. UNICEF nos recuerda que más de 1000 niños mueren al día por falta de agua y ahora mismo en Palestina el Gobierno de Israel le niega el agua y la sal a la población, que está siendo eliminada sistemáticamente – genocidio se llama–. El agua es un bien desencadenante de conflictos y, en este preciso momento, existen múltiples guerras por el agua a lo largo y ancho del planeta. Por esto y otras razones el 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua con el lema Agua para la paz. Un buen momento para recordar que el agua es un bien escaso que debiera ser gestionado de forma equitativa. Es un derecho humano. Agua para la paz porque existe una guerra por el agua, fuente de vida, aquí mismo, entre nosotros. Hay un conflicto latente que cada cierto tiempo salta a los titulares de prensa: «Se reactiva la guerra del agua entre las comunidades autónomas», «El Banco de España advierte de que una grave sequía restará 1.900 millones al PIB», «Lucha de poderes por el control del agua en Gran Canaria», «Aumento de los costes de producción». Más: «La escasez de agua golpea a Canarias», «El Cabildo de Tenerife no descarta declarar la emergencia por sequía extrema»... Suma y sigue: «El 30 % de la población de la UE se ha visto afectada por la escasez de agua». La revista  National Geographic ya advertía en 2002 de «la alarmante disminución del agua dulce en los acuíferos» del continente europeo aunque la tragedia, según  cifras  de   Naciones  Unidas,  la padecen 2000 millones  de  personas  que no tienen acceso al agua. Cuesta imaginarlo y sentirlo como propio, pero la ausencia del líquido elemento y las guerras provocan constantes  migraciones de millones de personas. 

En Canarias hace 34 años  que nos dotamos de una Ley de Aguas que pretendía poner orden en este negocio regentado por aguatenientes. La ley venía a reconocer  implícitamente una guerra larvada. Así, en su preámbulo, establecía que «el agua en Canarias es un recurso natural escaso y valioso, indispensable para la vida y para la mayoría de las actividades económicas». Y finalizaba con el deseo de que se abriera una nueva etapa en la que el agua no fuera «un obstáculo para la convivencia de todos los canarios». Grupos ecologistas como Ben Magec vienen alertando en los últimos años de que la situación está al borde del colapso. Al tiempo exigen una reforma de la actual Ley de Aguas por considerarla desfasada e incluso anticonstitucional, tal como defienden expertos en Derecho. Históricamente, las mujeres y hombres de estas islas han luchado por sobrevir a los ciclos de sequía y tuvieron que echar de imaginación, arte y sufrimiento para conseguir el oro líquido. Así se construyeron minas y pozos, acequias, aljibes, troneras, alcogidas, maretas... para llevar el agua a los campos y las ciudades. Luego llegaron las plantas desaladoras, casi al mismo tiempo que el auge del turismo de masas. Hace 60 años en Lanzarote se construyó la primera de Canarias y de Europa. En 1970 se inauguraba la potabilizadora de Las Palmas  de Gran Canaria. Once años después, siendo alcalde Juan Rodríguez Doreste,  una rotura en la potabilizadora provocó la guerra del agua que duraría hasta 1983. El agua era escasa, mala y cara. En el cono sur hubo una rebelión ante el aumento del 100% de la factura decretada por el alcalde. Se montaron barricadas, hubo cientos de detenidos y heridos. En el verano de 1983 hubo más restricciones y el Ayuntamiento cortó el suministro desde agosto a octubre ante la negativa de Tres Palmas, Pedro Hidalgo, Polígono de San Cristóbal y Ciudad Alta a pagar los desorbitados recibos. Manifestaciones, corte de la autovía marítima, detenciones... Finalmente un juez resolvería a favor de los vecinos. Esta guerra supuso que al año siguiente se constituyera la Empresa Municipal de Aguas de Las Palmas. «¡Agüita, agüita!...» Tal como nos recuerda Naciones Unidas, «la salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua». 

Canarias cuenta con más de 2.200.000 habitantes y millones de turistas que en 2018 fueron 15 millones. El sector aspira a más visitantes, aunque el espacio insular no dé para más, con lo que algunas voceros llaman descaradamente a construir en espacios rústicos. En La Palma van a sustituir plataneras por ecoresorts con 35 piscinas – «¡Agüita, agüita!...» – y campo de golf. Los residentes de Canarias  consumen unos 150 litros por habitante y día  – limpitos sí somos– frente al acalorado turista que puede alcanzar los 800 litros de consumo, incuídos los usados para hidromasaje, piscinas... Dicen los expertos que responder a la demanda de agua de millones de visitantes tensiona toda la red de suministro y provoca un terrible impacto en los ecosistemas de las islas. Y no sé por qué me asalta un refrán: «Aguadores y taberneros, del agua hacen dineros». Y donde hay dinero hay corrupción, según dice la sabiduría popular y confirma el cine. Chinatown (1974) de  Roman Polanski arranca con el asesinato del jefe del Servicio de Aguas de Los Ángeles. También la lluvia (2010) de Icíar Bollaín recoge de fondo la guerra del agua de 2000 en Cochabamba (Bolivia) que enfrentó a la ciudadanía con el gobierno por la privatización del agua y la escalada de precios.

MAUDE BARLOW TONY CLARKE

 

En 2004 apareció el ensayo Oro azul, las multinacionales y el robo organizado de agua en el mundo – el título lo dice todo–  firmado por Maude Barlow y Tony Clarke, quienes verifican que el planeta se está quedando sin agua dulce. Agua para la paz porque el líquido elemento es el sustento de la civilización. «¡Agüita, agüita!, que la rama está sequita/agüita, agüita!, que ya está bailando el sol...»

MESTISAY
MESTISAY

https://www.youtube.com/watch?v=g9auvFHCM0A

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* Gracias a Felipe García Landín

FELIPE GARCÍA LANDÍN
FELIPE GARCÍA LANDÍN

 

 

 

Profesor de Lengua Castellana y LIteratura y catedrático de la Escuela Superior de Diseño. Jubilado

 

 

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