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lunes, 16 de septiembre de 2024 07:55h.

Elon Musk se ha convertido en un peligro para la democracia global  - por Jaime Caro

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ELON MUSK Trevor Cokley/Academia de las Fuerza Aérea de Estados Unidos (Wikimedia Commons)
ELON MUSK
Trevor Cokley/Academia de las Fuerza Aérea de Estados Unidos (Wikimedia Commons)

Elon Musk se ha convertido en un peligro para la democracia global  - por Jaime Caro EL ORDEN MUNDIAL

Propaga bulos e incita odio en Estados Unidos y el Reino Unido, enfrenta a la Justicia de Brasil y cede ante los autoritarismos de India o Turquía. Elon Musk, magnate dueño de Tesla o Starlink, no esconde su afinidad con la extrema derecha y ha hecho de Twitter su ariete político

De Elon Musk se ha dicho que es el nuevo Henry Ford. Magnates de la industria automotriz, ambos han sido los hombres más ricos de su época y han dejado su huella en política y en la geopolítica internacional. Musk, sin embargo, ha conseguido acumular un poder que lo ha empezado a poner por encima de los Estados y las democracias. Cosa que Ford soñaba con conseguir.

Ford era simpatizante del nazismo y financió al régimen, por el que fue condecorado, e intentó propagar en Estados Unidos el libro antisemita y conspirativo por excelencia: Los protocolos de los sabios de Sion. Musk también se ha alineado con líderes y Gobiernos autoritarios, y desde su compra de Twitter ha facilitado la difusión de las ideas de extrema derecha. Su última batalla ha sido el reciente cierre de la plataforma en Brasil, un pleito que se remonta a la negativa de cerrar cuentas que habían alentado el asalto bolsonarista a los edificios de la Plaza de los Tres Poderes en 2023.

De los satélites a las redes

Uno de los primeros pasos al frente de Elon Musk como actor geopolítico fue en Ucrania a principios de 2022. Con la invasión rusa en marcha, el magnate le ofreció a Ucrania el servicio de internet vía satélite de su empresa Starlink. Sin embargo, después de haber hablado con el establishment ruso, lo retiró en plena ofensiva ucraniana de otoño del 2023, lo que derivó en numerosas bajas y un retroceso en el frente.

Para entonces, Musk ya había hecho otra operación mayor: comprar Twitter en octubre de 2022. Desde la plataforma, el magnate ha querido influir en la política estadounidense e internacional, y se ha empeñado en difundir ideas de extrema derecha. Si Henry Ford intentó fomentar el antisemitismo en Estados Unidos, Musk ha conseguido un altavoz para dirigirse a más de trescientas millones de personas en todo el mundo.

Musk nunca escondió que la compra de Twitter era una compra política. Durante el asalto al Capitolio en 2021, la anterior dirección de la red social había suspendido las cuentas de quienes jaleaban el intento de golpe y difundían las teorías del “fraude electoral”, incluida la de Donald Trump. Musk criticó la decisión porque, en su opinión, limitaba la libertad de expresión. El magnate consideraba que la plataforma era demasiado “woke” y decidió comprarla con el pretexto de asegurar esa libertad de expresión en una red dominada por ideología progresista. Él mismo la entendía como una gran plaza pública y una herramienta de comunicación y creación de discursos políticos, controlable y, por lo tanto, moldeable.

Una vez realizada la compra, Musk despidió a casi el 70% de la plantilla y reactivó muchas cuentas suspendidas. Tanto las de Trump y de extrema derecha que habían sido desactivadas en el asalto al Capitolio, como las de los principales ideólogos de la alt-right que llevaban años suspendidas. Mientras Twitter colapsaba con cada vez menos trabajadores y anunciantes, Musk renombró la red como X y ordenó darle más visibilidad a sus propias publicaciones, incluidos los memes propios de la alt-right.

Con todo, el gran cambio de X bajo el mando Musk han sido los planes de pago que potencian las publicaciones de los usuarios. Su estreno comenzó con una broma de suplantación de identidad que hizo que una farmacéutica perdiese millones de dólares. Pero ese uso ilícito, que al principio causó gracia, pronto mostraría su peor cara con la propagación de bulos, en especial de cuentas premium de extrema derecha. Por ejemplo, un estudio de la cadena estadounidense NBC sacó a la luz en abril que 150 cuentas neonazis tuvieron un alcance mucho mayor gracias a estos planes. Muchas organizaciones han alertado de que Twitter se estaba convirtiendo en la mayor plataforma de expansión del discurso de odio en Occidente.

Musk frente a los Estados

El cambio de Twitter a X también ha salido de las pantallas y refleja el creciente poder de Elon Musk. En enero de 2023, como respuesta a la posesión de Lula da Silva en Brasil, una masa de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro asaltaron la plaza y los edificios de los tres poderes del Estado. El Tribunal Supremo encontró que X había sido clave en la difusión de desinformación que azuzó el asalto, por lo que le ordenó a la plataforma cerrar una serie de cuentas, pero Musk no lo acató y cerró las oficinas de la compañía en el país para evitar la captura de su representante legal. Ante el no nombramiento de uno nuevo, uno de los jueces ordenó a finales del pasado agosto el cierre de la plataforma en el país.

Musk ha criticado al juez brasileño y rechazó la decisión alegando que atentaba contra la libertad de expresión, cuestión de la que se ha pretendido volverse adalid. Sin embargo, desde que controla X, sí ha accedido a restringir cuentas o contenidos críticos a pedido de los Gobiernos autoritarios de Narendra Modi en India y Recep Tayyip Erdoğan en Turquía. El caso indio es más claro, porque haber hecho caso a las solicitudes de censura le ayudó a conseguir rebajas de aranceles a sus vehículos Tesla.

Más recientemente, X también contribuyó a los pogromos racistas que sacudieron el Reino Unido en agosto. Un joven había asesinado a tres niñas en la localidad de Southport, y pronto se expandió el bulo de que era un inmigrante sin papeles o un refugiado. De poco sirvió que medios y autoridades lo desmintieran: las cuentas premium de extrema derecha, algunas retuiteadas por el propio Musk, ya habían coordinado una estrategia para expandir la mentira y propiciar que la gente saliese a las calles. Mientras tanto, Musk respondía a cuentas de extrema derecha inglesas diciendo que “la guerra civil es inevitable”.

Pero Musk fue más allá de los disturbios. Semanas después de que habían terminado, el magnate citaba a la principal cuenta de extrema derecha inglesa que repartía el bulo de que el Gobierno laborista había asegurado que los refugiados tendrían prioridad absoluta a la hora de conseguir vivienda pública. Como con la campaña del brexit de 2016, parece que el Reino Unido es un campo de pruebas para la extrema derecha, que luego intentará reproducir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

Neorreaccionarios con cada vez más presencia

Elon Musk es un empresario que siempre se ha vendido ante el gran público. Primero intentó construir una imagen de ideas próximas al Partido Demócrata y al progresismo, pero después varió a posturas contrarias a lo “woke” y cercanas al trumpismo, en sintonía con la alt-right. Sin embargo, lo de Musk no fue un simple giro a la extrema derecha: su ideología está más refinada, y explica esos tuits sobre “la guerra civil es inevitable”, la necesidad de tener más hijos y la teoría conspirativa del gran reemplazo.

Aunque Musk no se define como tal, sus posturas y el giro de Twitter a X son propios del movimiento neorreaccionario. Esta ideología defiende que las corporaciones estén por encima de los Estados y que sus CEO dirijan las sociedades. Para ello busca colapsar el sistema político refutando la democracia como mejor sistema de gobernanza y fomentando un conflicto interno que acelere su desaparición. Por ello, personajes como Musk o Peter Thiel, confundador de PayPal y otro magnate tecnológico, ansían desestabilizar la democracia y dar oxígeno a cualquier conflicto que pueda acabar en una guerra civil.

Thiel ya se había metido en política asesorando a Trump y financiado las carreras al Senado de su actual candidato a vicepresidente, J. D. Vance, y de Blake Masters. Su objetivo era que ambos no verificasen las elecciones de 2024 y así sumir el sistema democrático estadounidense en una nueva crisis. Ahora tanto Thiel como Musk apoyarán financieramente la campaña de Trump. Musk, menos convencido de que sea necesario un colapso del sistema, ya defiende abiertamente al republicano mientras tilda a la candidata demócrata Kamala Harris de “comunista”. Trump también ha valorado incluirlo en su futuro Gobierno y contar con él para las auditorías de las agencias estadounidenses, y Musk se ha puesto a su disposición.

Los conflictos de intereses de Musk son claros, pero de seguir adelante sería la primera vez que un magnate de Silicon Valley llega a un alto cargo en la Administración estadounidense tras haber invertido en la campaña de quien lo tendría que nominar. No obstante, no sería el primer empresario que lo consigue: el Gobierno de Trump en su momento ya contó con empresarios que le habían apoyado.

Musk también ha actuado en otros países donde cruza afinidad ideológica e intereses empresariales. Además de Ucrania y Starlink o de India con la censura y los beneficios fiscales para Tesla, el magnate se acercó a Bolsonaro cuando era presidente de Brasil para desplegar Starlink en la Amazonia. También reivindicó el golpe de Estado de 2019 contra Evo Morales en Bolivia: “Derrocaremos a quien queramos”, llegó a publicar. El apoyo tenía como objetivo asegurarse el litio de las minas bolivianas que con un Gobierno progresista le sería más caro obtener. Finalmente, Musk terminó acercándose al Gobierno del ultraliberal Jaiver Milei en Argentina, entre otras, para asegurarse este recurso clave para los vehículos eléctricos de Tesla.

Un peligro para la democracia

Ya consolidado como actor internacional, Elon Musk supone un peligro para la democracia estadounidense y global. La acumulación de riqueza y poder geopolítico le permitieron comprar X para convertirlo en una gran herramienta de propagación de odio y bulos en manos de la extrema derecha. Ahora es su punta de lanza para presionar a los Gobiernos en favor de sus intereses económicos y, cada vez más, políticos. 

Al mismo tiempo, el problema de fondo es el funcionamiento y el gran poder de las grandes plataformas digitales. Los asaltos a las instituciones en Brasil o los pogromos en el Reino Unido demuestran el gran poder desestabilizador de X y la falta de planes de contención como limitar o suspender cuentas, cosa que el anterior Twitter sí tenía. Si bien instituciones como el Parlamento Europeo han exigido crear estos planes y la colaboración de las plataformas, también hay que atender a cómo se financian.

Estas plataformas, en su mayoría gratuitas para el usuario, ganan dinero precisamente con su atención, en particular hacia la cantidad de anuncios que puede ver. Cuanto más tiempo en la plataforma y a cuanta más gente llegue la publicación, mejor para la economía de la plataforma. En el caso de X, Musk está en una lucha por hacerla rentable: allí se combinan su sintonía política con la extrema derecha, que ya no esconde, y que la propagación de bulos y discursos de odio es rentable porque retiene la atención. 

Regular la propagación de bulos que inciten el odio o la violencia es un primer paso para proteger las democracias de la desestabilización que quiere propagar la extrema derecha. Esta regulación puede hacerse responsabilizando a las empresas por la propagación de ese contenido o, más difícil, proponiendo planes detallados de cómo moderar los bulos. Otras salidas de base son fomentar una menor atención en la plataforma o derivarla hacia otras que tienen regulados la difusión de bulos y los discurso de odio, como las de Meta hasta cierto punto u otras como Bluesky y Mastodon, que dejan la moderación a la comunidad.

Al mismo tiempo, evitar la desestabilización de la democracia pasa por que nadie tenga el poder acumulado de Elon Musk como para hacer de una plataforma digital tan masiva un ariete político. Henry Ford soñaba con una parte del poder que un siglo después tendría Musk, pero la ambición de equipararse o superar a los Estados supone una amenaza para el sistema democrático. Igualmente, la concentración de internet en la propiedad privada de pocas plataformas obstruye otras formas de relación descentralizada. Un ecosistema donde se podría crear una verdadera plaza pública digital que respete los principios de la democracia.

* Gracias a Jaime Caro y EL ORDEN MUNDIAL

https://elordenmundial.com/elon-musk-peligro-democracia-twitter-x-extrema-derecha/

JAIME CARO
JAIME CARO
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