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La apañada persecución al presidente Sánchez por la Justicia como espectáculo

Erasmo Quintana *

En esta España carpetovetónica se dan situaciones, con el revestimiento de “lo legal”, los más valleinclanescos esperpentos que significan esas ansias de ajusticiar los “gravísimos” errores cometidos por la esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En este país de pícaros, hasta ahora, no se han dado casos tan horribles y delictivos como los supuestamente cometidos por Begoña Gómez y que merezcan la personación del magistrado juez instructor, Juan Carlos Peinado, en el Palacio de La Moncloa para tomar declaración al presidente Sánchez en su calidad de esposo de la interdicta. Hagamos los honores que merece el espectáculo.

Cuando se trata de machacar al Gobierno de la nación, todo procedimiento que se lleve a cabo es oportuno y necesario. ¿Que hay que utilizar la pesada maquinaria del poder judicial?… se utiliza. ¿Que ello es dudosamente delictivo?… no importa, ¿para qué está, si no, todo el honorable peso de la Ley? Si nos lo permiten, mis amigos, esto que comentamos es una más de las razones de por qué duró más de cinco años la obligada, por ley, renovación de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, CGPJ, obstaculizado como tapón por el Partido Popular; uso torticero que hizo este partido con desvergüenza y sin que se le subieran los colores a la cara.

El reciente día 30 de julio, la visita del juez Peinado en el Palacio de La Moncloa estaba prevista para las 11,30 horas. Con antelación -éste es nuestro país- ya había un numeroso público. Nada de extraño es, pues todos los años en las paradas militares por el día de las Fuerzas Armadas, por allí están los mamelucos insultando al presidente si éste es socialista. Si se tratara de Aznar o Rajoy, en vez de insultos son recibidos con aplausos ensordecedores. Esta es la España cañí que no cambia, sigue siendo la misma: nadie censura esto. Otro caso sería que lo hicieran al rey Felipe VI, imposible, pues mientras que él está ahí puesto a dedo, los presidentes del Gobierno han salido de las urnas. 

Privados de su alma con pancartas festivas y cánticos estaban los manifestantes, expresando el alborozo que les producía el inédito y fabuloso espectáculo; que en nuestra joven democracia un juez se personara en el recinto presidencial de la nación para tomar declaración al  presidente Sánchez, era digno de verlo en la corta distancia. Acompañaban al juez Peinado agentes de la unidad adscrita de la Policía Judicial convenientemente armados con pistolas; el objetivo era también proceder a la instalación de los dispositivos necesarios para que la citada prueba documental fuera recogida en el correspondiente soporte de grabación. Aquello se convirtió en un verdadero sainete de películas de los Hermanos Marx o de Berlanga.

La estulta chismografía interesada lanza sus dardos envenenados y el martillo diabólico en mano es un artefacto de muerte social; y así la mentira disfrazada convenientemente como verdad, alimenta el bulo al compás del rudo interés por el que se mueve la clase social privilegiada. Lo que estamos viviendo en estos momentos de desprecio furibundo al oponente político, falto de la más elemental conducta respetuosa de unos partidos políticos, unos contra otros, es algo por completo desconocido. Consecuencia directa de este ambiente enrarecido son los casos que se están dando de políticos que son atacados en la vía pública con violencia de palabra y también físicamente. En el Congreso de los Diputados, los comportamientos agresivos, esos gritos insultando a los oponentes cuando están en el uso de la palabra, las pataletas y los gestos del mayor de los desprecios, son los peores ejemplos que la ciudadanía puede recibir de sus representantes políticos, los que, por encima de todo, ellos han votado. 

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid tramitó la querella del presidente contra el juez instructor Peinado por “la dignidad de la presidencia”, y también por “prevaricación” y motivos políticos,  considerando asimismo Pedro Sánchez un montaje en toda regla, al que se une el papel del juez “patéticamente bochornoso”. A su vez, acusa a los paniaguados de las tertulias radiotelevisivas de montar fábulas, exigiéndoles que den explicaciones -porque él se acogió a su derecho a no declarar en contra de su mujer-, aclaraciones que ya ha dado sobradamente en el Congreso. Sánchez pues ejerció su derecho (Artículo 24.2 de la Carta Magna), ante la acción inquisitorial de un juez instructor que obedece a los mandatos e intereses del presidente del Partido Popular, Núñez Feijóo.

En definitiva, el caso Begoña es leña al mono hasta que hable inglés. Ello es más que evidente: el tema es de libro: Usan a la mujer del presidente con acusaciones prospectivas -prohibidas por Ley- ésas que todos tenemos, y recortes de periódicos como pruebas raquíticas, pues por encima de todo somos humanos, además por la razón fundamental de que los partidos de las derechas quieren descabalgar a este Gobierno de coalición progresista como sea, de una vez, y ya. El Gobierno, llegado el momento, se tendrá que ir, pero por procedimientos limpios y democráticos. Eso está claro.

Erasmo Quintana